Obscuras calles
bordean sus grises estructuras.
Por la vereda van los cuerpos,
apilados, en fila, enumerados
por género, edad, sexo.
Los observo desde la ventana
mientras el sol se extingue.
Dejarán de existir cuando doblen la esquina.
Un libro por semana
hacer el amor todas las noches
prescindir del llanto
una copa de vino los sábados
las discusiones el malhumor la ironía
y en la obscuridad la palabra
agazapada pantera
espera que abra los ojos.
Si lo escucho nombrarme
su voz me estremece.
Es el fruto de mi existencia;
raíz de un amor inquebrantable.
Ya que soy hijo y hombre
puedo decirle a mi padre:
a vivir me has enseñado,
verteré mi aprendizaje.
Ola sobre la arena.
Una caricia describe sus manos;
el tren a lo lejos penetra la ciudad.
Su cuerpo suspendido
vuelve a estremecerse.
De la flor ha caído la última hoja:
el reloj marca la hora del olvido.